El tradicional modelo de educación
musical usado por los profesores de música de nuestro país se ha caracterizado
por administrar los pocos recursos físicos disponibles y por la falta de
incentivos económicos para que el profesorado se capacite en la adquisición de
nuevos conocimientos relacionados con: instrumentos musicales, teoría de la música,
composición, folklor, dirección de conjuntos instrumentales, historia de la
música, educación vocal, etcétera.
Cuando hablamos de enseñar música se
abre un abanico de posibilidades que sorprende a todos los estamos en esta área
del conocimiento. El educador musical piensa en los métodos Orff, Kodaly,
Dalcroze, Suzuki; el músico intérprete piensa en los métodos de música de su
respectivo instrumento; el corista piensa en las técnicas vocales y su
repertorio; el folclorista en la música folclórica y sus instrumentos nativos; el
musicólogo en la historia de la música y su evolución, el compositor en la
teoría y armonía; y así sigue la cadena cubriendo la música popular, jazz, rock
y otras.
El educador musical se ve en la
disyuntiva de elegir una de estas áreas para cumplir con los objetivos curriculares
establecidos por el Ministerio de Educación dando así una respuesta a los
requerimientos musicales de la comunidad escolar que representa. En la medida de lo posible imprime su sello particular que lo distingue de los demás.
Por su parte los establecimientos
educacionales en su mayoría no tienen salas acondicionadas para la práctica de la
música; así como la educación física tiene los gimnasios, la física y química
sus laboratorios, y todos ellos a su vez tienen las bibliotecas.
Por otra parte, en las últimas seis décadas
se ha visto que las sociedades desarrolladas han ido tendiendo a una forma
mucho más integral de cumplir con los objetivos de la educación musical pública.
Ellos han optado por hacer una educación musical donde los alumnos aprenden
música desde el atril de música; vale decir tocando un instrumento musical en
un conjunto instrumental.
El desafío ha sido grande ya que el
educador musical ha tenido que migrar desde una actitud de enseñanza pasiva a
una de enseñanza activa. El educador se ha visto en la necesidad de evaluar a
cada uno de sus alumnos para encontrar el instrumento musical que mejor se
adapte a sus talentos optimizando así su expresión artística. La enseñanza
personalizada se da como un hecho por cuanto el profesor puede distinguir y
corregir al instante la participación musical de los estudiantes. En este mismo
sentido, el profesor de música ha debido evolucionar desde un perfil teórico a
uno práctico; vale decir como intérprete musical que puede tocar varios
instrumentos musicales para enseñar y dar el ejemplo a sus alumnos. El profesor
de música está incluyendo además, nuevos conocimientos artísticos como es el diseño
coreográfico, la marcha, y el baile. Todos ellos elementos necesarios para sustentar
un nuevo producto cultural de las sociedades modernas: las bandas atléticas.
El mundo de las bandas atléticas existe
en los programas extracurriculares de muchos países desarrollados. Sus actividades
han forjando una pauta de cómo integrar en nuestra sociedad moderna la bullente
energía de los jóvenes. Este movimiento no solo ha creado y ganado los espacios
en colegios, liceos, universidades, estadios, y centros recreacionales, sino que
ha actualizado y desarrollado una tradición centenaria de la ejecución musical:
las bandas musicales instrumentales.
En Chile, al igual que en los Estados Unidos y el resto del mundo, la época de oro de las bandas musicales fue a fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Ellas dejaron un legado social y musical que los tiempos modernos no han podido borrar. A diferencia de las orquestas, las bandas han estado siempre asociadas con la gente común y corriente: la clase obrera, artesanos, técnicos, bomberos, empleados públicos y privados; es el músico aficionado que históricamente se ha agrupado para ofrecer una actividad de entretención para ellos y para sus comunidades. Sus aspiraciones artísticas han sido el gran motor que ha impulsado sus actividades y tocar un instrumento musical ha sido su medio de expresión personal.
La revolución de las comunicaciones a principios del siglo XX abarató los costos de escuchar música para la gran masa de la población. Las bandas comunales dejaron de ser una necesidad prioritaria para la entretención pública ya que ahora la música comenzó a ser emitida a través de la radio y muchas veces escuchada a través de altoparlantes en los kioscos u odeones de las plazas locales.
Sin embargo las bandas instrumentales históricamente han mostrado su fortaleza no solo por tocar música para solemnizar ceremonias militares, levantar el ánimo a los soldados decaídos, o fortalecer valores patrios. Las bandas han brindado alegría a las comunidades, han acompañado con sus melodías la voz de los pueblos; han solemnizado ceremonias y eventos sociales como independencias, nacimientos, efemérides, casamientos, ceremonias fúnebres, triunfos deportivos entre muchos otros.
La gama de valores sociales que las bandas instrumentales pueden representar y vestirse de ellos ha sido de una fuerza y vitalidad que ha traspasado generaciones. Los valores humanos de orden, disciplina, compañerismo, lealtad, liderazgo, trabajo en grupo, son valores esenciales para mantener una banda musical instrumental. Su existencia se retroalimenta constantemente cuando nuevos jóvenes se integran a ellas y aprenden a manifestar sus inquietudes, emociones, anhelos, y pasiones, a través del trabajo en conjunto bajo este paraguas musical común. Las bandas encuentran siempre el lugar apropiado para las habilidades de sus miembros; permanentemente brinda la posibilidad de desarrollar el talento de sus nuevos miembros ajustando sabiamente su repertorio para cumplir con las expectativas musicales así como sociales.
No ha sido un capricho social ni la tozudez de fervientes hinchas de la música lo que ha llevado a los países desarrollados a incluir la práctica instrumental como un potente elemento pedagógico en la educación escolar. Ha sido su accionar social transversal la que la justifica con creces como una potente herramienta educacional e integradora en una sociedad cada vez mas masiva y que necesita de actos artísticos individuales para descomprimir la creciente necesidad de expresión social.
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Banda de Brasil en Encuentro de Bandas en Melipilla. 1990s. Foto: Javier Contreras |
Durante los últimos 60 años la tendencia de la Educación Musical en los E.E.U.U., ha creado las condiciones para que más jóvenes tengan acceso al mundo de la música participando en los variados grupos instrumentales que sus colegios públicos ofrecen a la población. El modelo de educación musical implementado en las instituciones de enseñanza superior se basa en la creación de un perfil de educador musical cuyo fuerte es la ejecución de una gran variedad de instrumentos musicales sinfónicos incluyendo por supuesto la expresión vocal. Ellos cantan y tocan de dos a cuatro instrumentos musicales con los cuales se pueden expresar a un nivel medio-avanzado y conocen el resto de ellos a un nivel medio y básico. Las universidades ofrecen en arriendo la mayoría de los instrumentos sinfónicos. Los estudiantes pueden tener contacto con instrumentos de la familia de las cuerdas: violín, viola, cello y contrabajo; la familia de las maderas: oboe, flauta, clarinete, fagot, saxofón; la familia de los bronces: trompetas, cornos, eufonios, sousaphones, tubas; y la familia de la percusión: xilófonos, tambores, marimbas, timbales, y accesorios. Es sorprendente además cómo ellos tienen la oportunidad de explorar los instrumentos afines a las familias de las maderas y bronces como son el corno inglés, flautín, flauta en sol, clarinetes bajos y piccolo, saxofones barítonos y altos, contrafagot, trompeta piccolo, cornetas, bugles, cornos, eufonios, tubas, entre muchos otros. Los educadores, además de los cursos de educación, son instruidos en la dirección musical de orquestas, bandas sinfónicas, bandas de jazz, bandas atléticas, liderazgo. Las bandas atléticas son definidas como aquellas bandas (100 a 600 alumnos) que hacen coreografías mientras desfilan (marching band); bandas más pequeñas de hasta 40 estudiantes que tocan en los estadios techados (pep band), y pequeños grupos hasta 16 alumnos que tocan en lugares más cerrados (combos). Los alumnos de las escuelas públicas tienen la oportunidad de elegir su instrumento de acuerdo a sus gustos, talentos, y preferencias. Los profesores que se gradúan están capacitados para dirigir grupos musicales con distintas orientaciones artísticas y para manejar programas extra-programáticos del sistema de educación pública y privado. Los profesores y alumnos destacados organizan festivales, escuelas de verano, conferencias, encuentros, clases magistrales y participan en ensambles musicales donde tienen la posibilidad de expresar sus emociones y sentires a través de la música. Las instituciones sirven y están al servicio de aquellos músicos emprendedores que sienten su área del conocimiento y de la expresión artística como prioritaria para un determinado sector de la población.
Cada año se gradúan
nuevos educadores musicales que están altamente incentivados y capacitados para
ofrecer a la sociedad su legado educacional, su aporte cultural y sus
capacidades administrativas. La academia de la educación musical constantemente ajusta sus planes para
estar acorde a los cambios sociales en materia educacional y de la industria de
la entretención.
El gran referente que
tienen los educadores musicales ha sido su propia organización “Music Education
National Conference”, MENC (Conferencia Nacional de Educación Musical). Desde
el año 1907 esta organización los convoca para evaluar la educación musical, orientando y sugiriendo al Estado las políticas musicales que apuntan a ofrecer a la población
una vía de expresión artística sana y de acuerdo a los requerimientos de cada
época. No fue sino hasta la década de los 60s en que gracias a la acción de MENC, el Estado comenzó a crear en
las escuelas públicas los espacios necesarios para la enseñanza, práctica, y ensayos
de este arte sonoro. El Estado dio a la música un tratamiento equivalente a la
implementación de las bibliotecas en los colegios; otorgó no solo los espacios
físicos, sino que también la dotación instrumental y técnica básica para su implementación:
un piano, variedad de instrumentos musicales, tarimas, atriles para la música,
métodos. La comunidad, por otro lado, se encargó de implementar aquellos
instrumentos musicales deficitarios y aquellas carencias difíciles de prever en el
plan original. Los administradores educacionales constantemente velan por el
cuidado, mantención, y reposición de sus activos musicales.
¿Qué hacer en Chile?
La constante pacificación de la población mundial sugiere que el tema de la guerra a gran escala es una posibilidad cada vez más remota. Nunca antes ha habido tanta gente en la faz de la tierra y se vislumbra que la población seguirá creciendo en forma sostenida. ¿Deben las bandas de guerra adaptarse a los tiempos de paz y evolucionar para no desaparecer del interés público? Los países desarrollados han respondido a esta amenaza con una ingeniosa adaptación a los tiempos de paz. Han creado las bandas atléticas que, como mencioné anteriormente, evolucionaron de tal manera que ahora son una forma de arte que está permanentemente al servicio de la comunidad y es disfrutada a través de las fiestas deportivas de los fines de semana y de muchos otros eventos en sus respectivas comunas.
¿Cuál debiera ser el punto de partida de este cambio?
Las Bandas de Guerra Escolares en Chile y sus nuevas posibilidades.
Las bandas de Guerra en Chile han sido una tradición que está profundamente arraigada en el ámbito escolar de nuestra sociedad. Estas agrupaciones escolares siguen el delineamiento de las bandas instrumentales profesionales de las fuerzas armadas y de orden. Ellas son un vehículo eficaz para fomentar los valores patrios de nuestra nación dando una formación militar elemental a los jóvenes que participan de ella y otorgando una incipiente educación musical a los alumnos que demuestran talento para ello. Ofrecen además la posibilidad de representar a sus comunidades en los actos solemnes de nuestra República y participan en encuentros regionales que contribuyen a dar a los alumnos la posibilidad de conocer nuestro país. Las bandas de guerra y bandas instrumentales históricamente han sido apoyadas por las diferentes bandas institucionales de nuestras fuerzas armadas y de orden, prestando ayuda educacional en el ámbito castrense y musical. Estas instituciones armadas periódicamente ofrecen ayuda musical e instrumental a las bandas de guerra de los colegios y liceos de Chile y han sido fundamental en el desarrollo de las bandas escolares en aquellas localidades más apartadas de los centros urbanos. Existe la creencia de que los niños que participan de estas actividades ven con buenos ojos la posibilidad de hacer una carrera militar. Las actividades extracurriculares de bandas de guerra de algunos colegios de Chile suelen ser creadas y dirigidas por ex-miembros de bandas de las fuerzas armadas, quienes al jubilarse a temprana edad tienen la experiencia, el conocimiento y la energía para emular las actividades de bandas militares profesionales en escolares que tienen de esta manera un primer contacto con el mundo castrense.
Las bandas de guerra escolares tienen como debilidad la falta de desarrollo en lo referente a su campo de acción musical. Su fuerte arraigo militar y la formación profesional de sus dirigentes, no les permite evolucionar hacia una forma de expresión que sea transversal en las artes de la representación. Sus dirigentes no están capacitados para enseñar coreografías avanzadas mientras los jóvenes desfilan, y tampoco pueden enseñar todos los instrumentos musicales de una banda por cuanto ellos han sido especialistas en un solo instrumento de los más de diez que suelen componer estas agrupaciones. Estos hechos restringen sus posibilidades de expandir su quehacer artístico y como consecuencia no pueden llegar a nuevas audiencias. Los ex miembros de las bandas militares no tienen la formación de educación superior para enseñar a jóvenes, por lo tanto se corre un riesgo involuntario de producir una visión negativa de los alumnos hacia el mundo militar y una frustración cuando requieren preparación musical mediana y avanzada.
En el caso de Estados Unidos, muchos de los músicos militares que se quedaron sin trabajo después de la Segunda Guerra Mundial fueron apoyados por el Estado para iniciar estudios universitarios con miras a obtener el título de profesor de educación musical. Nuestro país debería generar programas de educación musical para este sector de músicos experimentados y transformar esta debilidad en una fortaleza que beneficiará a las bandas de guerra otorgándole nuevas posibilidades de expresión artística.
Las oportunidades del desarrollo de las bandas de guerra y su posible evolución a bandas atléticas son escasas si es que los programas de educación musical de nuestros centros de enseñanza superior no vislumbran este nuevo nicho profesional. Las bandas tendrán oportunidad de evolucionar cuando las universidades actualicen sus programas de estudio y ofrezcan la infraestructura necesaria para estas actividades. Este nuevo círculo virtuoso que conecta todas las carreras a través de cursos artísticos de formación general, creará la masa crítica de estudiantes que podrá generar nuevas carreras musicales así como la especialización musical conducente a grados académicos de maestrías y doctorados. Desde su aparente lejanía, las bandas de guerra, por su gran cantidad y convocatoria, están ofreciendo una gran oportunidad para ajustar el sistema de educación musical chileno y rescatar una centenaria tradición. Los tiempos de paz necesitan bandas que sirvan de mejor manera a su país.
La constante pacificación de la población mundial sugiere que el tema de la guerra a gran escala es una posibilidad cada vez más remota. Nunca antes ha habido tanta gente en la faz de la tierra y se vislumbra que la población seguirá creciendo en forma sostenida. ¿Deben las bandas de guerra adaptarse a los tiempos de paz y evolucionar para no desaparecer del interés público? Los países desarrollados han respondido a esta amenaza con una ingeniosa adaptación a los tiempos de paz. Han creado las bandas atléticas que, como mencioné anteriormente, evolucionaron de tal manera que ahora son una forma de arte que está permanentemente al servicio de la comunidad y es disfrutada a través de las fiestas deportivas de los fines de semana y de muchos otros eventos en sus respectivas comunas.
University of Oregon Marching Band, USA Foto: University of Oregon Marching Band
Las bandas de guerra deben seguir su accionar tal como lo han venido haciendo hasta ahora. Su amplia convocatoria a través de todo Chile las ha transformado en un patrimonio nacional que aún no es reconocido cabalmente. A mediano plazo las bandas deben evolucionar desde una actividad realizada por aficionados hacia una actividad conducida por educadores con formación profesional en el área de las artes de la representación. El potencial de descompresión social que se genera cuando las bandas tocan ante las multitudes, la riqueza y variedad de posibilidades de expresión artística que ellas ofrecen, y su adecuada inserción en las diferentes comunidades, hace de las bandas atléticas una herramienta social que es transversal a los intereses de las instituciones que velan por al bienestar social en nuestro país.
¿Cuál debiera ser el punto de partida de este cambio?
Sin lugar a dudas el cambio debe comenzar en la educación. Chile ya tiene necesidad de profesionales que cubran la creciente demanda de educadores musicales que las orquestas juveniles e infantiles han generado. Según el actual catastro de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile, en el país existen más de 450 orquestas juveniles e infantiles. Todas ellas necesitan educadores musicales que estén capacitados para enseñar los instrumentos de una orquesta. La misma realidad se vive con las bandas instrumentales y de guerra que también necesitan educadores musicales para su área. Hasta el momento solo existen algunas universidades que han ajustado su malla curricular para satisfacer el nuevo perfil del educador musical. La falta de visión y reconocimiento a la labor realizada por instituciones que apoyan la creación de nuevas agrupaciones musicales, como por ejemplo la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile, levanta una amenaza que en el mediano plazo puede destruir los esfuerzos de miles de personas que han apoyado estas iniciativas. Si las universidades no responden con la formación de profesionales preparados para los nuevos desafíos de nuestra educación musical, nuestra sociedad perderá una oportunidad única de elevar nuestro estándar musical.
El ejemplo de las bandas atléticas de países desarrollados sugiere ser parte de la solución.
¿Cómo comenzar?
Será necesario generar una banda atlética piloto que oriente al sistema de educación musical y muestre al público las bondades sociales de esta nueva forma de arte. La agrupación debe contar con una Banda Sinfónica de Concierto Juvenil de 30 a 100 estudiantes; una Banda Atlética (Marching Band) de 200 a 400 estudiantes; una banda de jazz de 15 a 30 estudiantes; una banda de élite de 15 a 30 estudiantes; un cuerpo de gimnastas de 20 a 60 alumnos, y un grupo de cheerleaders de 15 a 30 estudiantes. Los detalles del plan de trabajo los he desarrollado en conjunto con el director de la "Oregon Marching Band" de la Universidad de Oregon, Dr, Eric Wiltshire, y serán publicados una vez iniciado el proceso. Sin embargo puedo adelantar de que el costo inicial para este plan piloto es de US$1.200.000 durante el primer año; desde el segundo año la cifra se reduce a la mitad.
A quiénes beneficia?
Plazos
El plan piloto tiene un plazo de cinco años para poner sus actividades a pleno funcionamiento y cinco años más para implementar el plan en regiones. El plan de trabajo que he desarrollado ha considerado todos los detalles relativos a la puesta en marcha de esta iniciativa.
A quiénes beneficia?
- En una primera etapa el proyecto beneficia a todos los alumnos que participan de este programa. Su número varía desde 200 a 500 estudiantes.
- Familiares y sus comunidades respectivas.
- Centros comunitarios involucrados en apoyar esta iniciativa.
- Eventos deportivos que quieran incluír estas actividades a manera de enriquecer su oferta de entretención masiva.
- Clubes deportivos, municipalidades, empresas.
- Escuelas, Liceos, y Universidades.
- Comunas que quieran celebrar actos masivos incluyendo una novedosa forma artística musical.
- Público en general.
Plazos
El plan piloto tiene un plazo de cinco años para poner sus actividades a pleno funcionamiento y cinco años más para implementar el plan en regiones. El plan de trabajo que he desarrollado ha considerado todos los detalles relativos a la puesta en marcha de esta iniciativa.
Los resultados proyectados están enmarcados dentro de las actividades que podemos visualizar en los siguientes enlaces:
Bandas Varias:
En Paradas:
Poner atención a esta banda de Puerto Rico…
Competencia de bandas:
Esta es la más grande de las bandas escolares con hasta 750 estudiantes:
En estadios techados:
Javier Contreras Aros
Doctor of Musical Arts, University of Oregon, USA
Arts Administration, University of Oregon, USA
Arts Administration, University of Oregon, USA
Master of Music, University of Louisville, USA
Licenciado en Música, Universidad de Chile-CHILE
Profesor Asociado, Universidad de Chile
Profesor Asociado Adjunto, Pontificia Universidad Católica de Chile
Músico Orquesta Filarmónica de Santiago, Corporación Cultural de Santiago
Músico Orquesta Filarmónica de Santiago, Corporación Cultural de Santiago